Cuando nos convertimos en nuestras propias mejores amigas y somos conscientes de que pase lo que pase siempre nos tendremos a nosotras mismas las cosas siempre se nos harán más fáciles; cuando empezamos a analizar y a trabajar por lo que nos hace bien, cuando maduramos y nos hacemos cargo de las malas decisiones que hemos tomado sin buscar culpables y disfrutamos de los aciertos que hemos construido, vemos realmente de que estamos hechas y cual es nuestro verdadero valor.
Cuando son muy pocas las cosas que nos importan mucho, cuando nos aferramos a las pequeñas certezas, cuando somos conscientes de nuestra propia luz y nos alegra el brillo de los demás, cuando aprendemos a perdonar, cuando vivimos positivo y el rimel se nos corre por las buenas veladas o por lagrimas derramadas al escuchar un buen chiste, podemos afirmar que la felicidad existe y esta todos los días muy adentro de nosotros.